jueves, 26 de agosto de 2010

wonderland

una charla olvidable, la verdad. por ahí porque venía de un par de otras bastante más atrapantes: la brasilera que contaba cómo fue que dejó la física nuclear para adentrarse en la educación para la salud: había estado en el 87 en goiania preguntándole a la gente qué creía que podía llegar a ser la radioactividad, después de que el pueblo quedó devastado porque a unos avivados se les ocurrió fisurar un aparato grande que encontraron abandonado en un hospital. y el coso tenía celsius no sé cuánto, elemento que no sólo tiene la propiedad de desintegrarte y hacer nacer nenes con tres ojos y otras chernobiliadas, sino que también es de un azul flashero. evidentemente, para nosotros -los sensibles al color- debe haber sido algo que tenés que tener. no matter what.
bueno, esta charla no. nada divertida, pese al título rimbombante. demasiado gratis para ser bueno, le dije a mi amiga. no había nada más que un powerpoint acorde a las circunstancias: cuatro personas carraspeando de a intervalos. entonces en un momento me fui, bajé y me quedé mirando como al pasar las fotos del recoleta, sabiendo que estaba cansada y que no les iba a prestar la atención correcta, pero quería pasar para después compartirles a los chicos y volver a ir o algo. y así estaba hasta que me encontré con la foto. blanco y negro, apta para acromatópsicos. la foto que me encantaría encontrar de nuevo flotando en google para poder ponerla acá y que el blog sea como mi memoria sustituta y volver cada vez que quisiera maravillarme de nuevo. pero eso le quitaría lo lindo a esa primera impresión en la que estás ahí, mirando y de repente tenés que hacer fuerza mental para quedarte con cada detalle, que no se vaya, que puedas evocar en un rato esa luz en el patio, la glorieta cubierta de óxido y enredaderas, atrás, bien al fondo, esa pared de ladrillos descascarados y acá adelante un hombre, un señor mayor de boina, un inmigrante italiano, dice el epígrafe, que se agacha, que extiende la mano hacia el piso donde descansa, absolutamente ajeno a todo, un blanco conejo gordo.
 

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