Mi sábado en
mercolache fue una experiencia de esas que no se tienen todos los días. A menos que seas miembro de la sociedad rural o que tengas alguna especie de fijación erótica con las ubres hipertrofiadas de una vaca campeona. Raro. De repente, entendí cuántas cosas de este país no cambiaron en los últimos 200 años. Olor a bosta, ponchos for export, un locutor con acento brasilero que enfatizaba las diferencias estructurales entre quince vaquitas moteadas que para mí se veían exactamente iguales. Biolcati, al lado de Binner... el socialismo se va a lamierda, compañeros. Adolescentes santafesinos-cordobeses onda flogger ranch de lo más simpáticos. Lagente del campo, en todo su esplendor oligarca. Eso sí, muy rico el queso. El episodio triste de la tarde: un cerdito tiritando de frío en el pasto lloviznado me recordó el incidente del jamón dentro del raviol y juré nunca nunca más comer carne, no importa lo que mi mamá diga sobre el embarazo y la necesidad ingerir animalitos. al cabo que no me van a preñar así como así.
de vuelta a casa, después de horas y más horas en la ruta. es extraño el cansancio de estar dentro de un auto. me agarra como una especie de sopor incontrolable con chispazos de euforia y empiezo a pegarle a la guantera o me balanceo hacia atrás y hacia adelante mientras hago chistes que no tienen sentido. necesidad de pararse y sentir las piernas.
al día siguiente fui a un bar con unos amigos franceses y terminé desempolvando el viejo style trashero que la monogamia y la vida hogareña no han podido erradicar de mi ser. No recuerdo muchas cosas, hubo papas fritas, vino, un grupo de folklore en un lugar que tiene un corazón gigante colgando del techo (o quizás era un guante de box), más vino, el folklorista le ponía mucha onda, pero era un lugar muy grande como para que todos nos contagiáramos de su frenesí chalchalero... después, un reducto tanguero. ah, qué linda la gente que baila tango. siempre será para mí un misterio cómo es que saben adonde ir cada uno, entre los pies del otro, sin pisarse, sin tener que mirar el piso. Por supuesto, ya a esa altura, la incursión en la cerveza había hecho que el zigzagueo milongueril comenzara a revolverme la pancita. Intenté hacer memoria: no hay que mezclar destilados con fermentados... o era cereales con frutas? Probablemente fuera lo segundo, porque al llegar a mi casa recordé cómo era eso de vomitar.
Y a la mañana siguiente, todavía borracha, entré a la ducha, me bajó la presión y como si estuviera en un capítulo malo de Grey's anatomy, me desvanecí. Me desperté sin poder moverme, con un corte en la frente, sola en la casa, sola en el complejo habitacional en el que vivo, cagada de miedo y pensando, bueno
liver failure, organs shutting down, imminent death y cosas así, de lo más alegres como para remontar la situación. Pensaba en
carlito y su accidente similar.. mi derrapada como una suerte de humilde tributo a su persona, mientras sudaba frío y me apretaba contra la frente un viejo carilina usado. Finalmente, nada, madre y novio acudieron raudos, paramedics con la gotita, inyección de protector hepático y bonita cicatriz que me da una onda harry potter que ni te cuento.
mi vida es una montaña rusa de aventuras.