de vuelta de viaje, el mar es una cosa bárbara. solía tener una técnica súper increible que consistía en zambullirme exactamente por debajo de una ola, extendiéndome hacia arriba justo en la cresta y así se evitaba toda posible sacudida enmarañada, todo tragando sal por la nariz y arena en la bombacha de la malla.
no contaba con que el mar en este último tiempo cambió considerablemente, creo que por efectos del calentamiento global, entonces está mucho más peligroso. o por lo menos eso sentí.
de todas maneras, esa red flashera de sinapsis de la vida me pone de narices en una playa llena de nubarrones terribles, algodonudos esponjosos, de mil tonos de grisesblancos brillantes a punto de tronar y yo pienso en peces banana, pienso en ver más vidrio, en nenas de posguerra y en hombres de vuelta de todo menos de las instancias flasheras que son las niñas y el mar, siempre el mar, antes de todo el mar. y zas, va salinger y se muere. no te digo. entonces pensar en el otro libro que venía leyendo en los bondis y aviones que transportaban calurosa y soporíferamente, y el francés dice algo así que el autor es una circunstancia medio aleatoria que justo llega en el momento propicio para articular, para amontonar pedacitos que antes eran inconexos pero ahora la historia y la economía y todos los devenires humanos cósmicos se ponen de acuerdo y ya están dadas las condiciones de posibilidad. y pienso en las guerras mundiales, en el crack del 30, pienso en alemania, pienso en esas otras sinapsis que son aquello que lees, aquello que elegís llamar tu música, en los montoncitos que te atraviesan para que seas el tipo que engendra un holden caulfield, ese atorrantón que un millon de días después lees justo el día que decidís irte de tu casa y ya tenés una colección literaria de atorrantes y atorrantas que deciden irse a deambular, a mamar la vida flashera, a decidir y no ser el juguete del azar que está ahí flotando en el viendo cual pluma de forrest, ser sujeto.
bueno, entonces, eso. seguro que hay un poco de verdad en todos los vaivenes. y siempre somos un poco pluma foucaultiana totalmente reemplazable por otra, digamos de paloma, de colibrí, de pájaro dodo que se nos muere, pero también siempre nos llega un rayo loco de inspiración o una certeza completamente hermosa que activa las antenitas de vinil, el radar que nos conecta con eso.
no contaba con que el mar en este último tiempo cambió considerablemente, creo que por efectos del calentamiento global, entonces está mucho más peligroso. o por lo menos eso sentí.
de todas maneras, esa red flashera de sinapsis de la vida me pone de narices en una playa llena de nubarrones terribles, algodonudos esponjosos, de mil tonos de grisesblancos brillantes a punto de tronar y yo pienso en peces banana, pienso en ver más vidrio, en nenas de posguerra y en hombres de vuelta de todo menos de las instancias flasheras que son las niñas y el mar, siempre el mar, antes de todo el mar. y zas, va salinger y se muere. no te digo. entonces pensar en el otro libro que venía leyendo en los bondis y aviones que transportaban calurosa y soporíferamente, y el francés dice algo así que el autor es una circunstancia medio aleatoria que justo llega en el momento propicio para articular, para amontonar pedacitos que antes eran inconexos pero ahora la historia y la economía y todos los devenires humanos cósmicos se ponen de acuerdo y ya están dadas las condiciones de posibilidad. y pienso en las guerras mundiales, en el crack del 30, pienso en alemania, pienso en esas otras sinapsis que son aquello que lees, aquello que elegís llamar tu música, en los montoncitos que te atraviesan para que seas el tipo que engendra un holden caulfield, ese atorrantón que un millon de días después lees justo el día que decidís irte de tu casa y ya tenés una colección literaria de atorrantes y atorrantas que deciden irse a deambular, a mamar la vida flashera, a decidir y no ser el juguete del azar que está ahí flotando en el viendo cual pluma de forrest, ser sujeto.
bueno, entonces, eso. seguro que hay un poco de verdad en todos los vaivenes. y siempre somos un poco pluma foucaultiana totalmente reemplazable por otra, digamos de paloma, de colibrí, de pájaro dodo que se nos muere, pero también siempre nos llega un rayo loco de inspiración o una certeza completamente hermosa que activa las antenitas de vinil, el radar que nos conecta con eso.