tomar el premetro era una aventura. el sol que entraba de refilón por esas ventanas de flexiglas y ver a lo lejos el cementerio de flores, el ceamse, la cancha de san lorenzo. en la época antes del miedo, yo realmente no le tenía miedo a nada. y no había mejor cosa que caminar por el barrio al lado de andrea, que me llevaba dos cabezas y nos queríamos como sólo se puede querer a alguien que sabés que se recagaría a trompadas por vos si la situación lo requiriese. en mi caso, bueno, yo no podía cagar a trompadas a nadie, pero sí que podía enseñarle a escribir vocales en mayúscula o regalarle forros o caramelos. andrea tiene un hijo ahora. se llama uriel. me acuerdo de decirle que me sonaba a 'orina' y reirnos. y tomar mate. y coleccionar estampitas.
al fondo estaba el jumbo, el parque de la ciudad, la villa donde se iba a pegar.
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