a veces me acuerdo de cuando trabajaba en el callcenter. sobre todo cuando ando en bici, no se muy bien por qué. puedo evocar muchísimas cosas, debe ser algo del pedalear, o de la oxigenación. cuando caigo en cuentas, me asusto muchísimo, porque noto que hace tres o cuatro cuadras que no vengo prestando demasiada atención a los semáforos, a las motos kamikazes y el peor de todos, al peligro que acecha en posibles puertas de autos que se abren y vos no podés frenar a tiempo, no frenás, te das de lleno la cara contra la ventanilla entreabierta, los anteojos que se astillan y volcás hacia la derecha, cuando justo viene un camión y paf. siempre pienso cosas así. trato de no decirlas en voz alta porque de repente cobran dimensión, las nombrás y ya no es más un sinsentido dándote vueltas en la cabeza, tiene entidad de peligro posible. antes no tenía miedo, cuando trabajaba en el call center, por ejemplo. no existían los ascensores que como hoy, van a un piso diecinueve y el pensamiento oscila entre la alternativa a) el ascensor se para en el piso 10 y te quedás encerrada y te morís o b) no podés aguantar un minuto y medio para llegar a destino, tenés que bajar ya, ahora, cuanto antes, se te acaba el oxígeno y te mirás en el espejo del ascensor y te notas más pálida, medio verdosa por la falta de oxígeno. y te morís.
volviendo, el callcenter. sí, alienación total. sí, disposición panóptica del espacio laboral y grabación de llamadas y aprenderse frasecitas boludas o vericuetos discursivos para que el cliente no notara que le estabas diciendo que no, que lo que él quería, lo que le habían prometido no iba a poder ser. pero todo eso pasaba a un segundo plano cuando de repente estaba generando un montón de plata como para vivir sola, en un monoambiente horrible pero mío, costeandome montones de droga y chocolate y quesos. también estaban las fiestas de la empresa. una cosa de locos. parece que era una estrategia de recursos humanos: si ves a tus co-workers en estado de jodida ebriedad hay más chances de que empatices y la dinámica de equipo sea fluida. o algo así. y recuerdo haber empatizado bastante. una gran temporada de tremenda empatía.
también había una máquina de café y otra de golosinas que funcionaba con una llavecita. cada empleado tenía una y ahí te daban como un plus salarial. descubrimos un día una máquina en particular en la que ponías la llave y te duplicaba automáticamente el crédito. los primeros meses en los que me patinaba el sueldo antes del día 15 me alimentaba casi exclusivamente a base de barritas de cereal y capuchinos falsos.
volviendo, el callcenter. sí, alienación total. sí, disposición panóptica del espacio laboral y grabación de llamadas y aprenderse frasecitas boludas o vericuetos discursivos para que el cliente no notara que le estabas diciendo que no, que lo que él quería, lo que le habían prometido no iba a poder ser. pero todo eso pasaba a un segundo plano cuando de repente estaba generando un montón de plata como para vivir sola, en un monoambiente horrible pero mío, costeandome montones de droga y chocolate y quesos. también estaban las fiestas de la empresa. una cosa de locos. parece que era una estrategia de recursos humanos: si ves a tus co-workers en estado de jodida ebriedad hay más chances de que empatices y la dinámica de equipo sea fluida. o algo así. y recuerdo haber empatizado bastante. una gran temporada de tremenda empatía.
también había una máquina de café y otra de golosinas que funcionaba con una llavecita. cada empleado tenía una y ahí te daban como un plus salarial. descubrimos un día una máquina en particular en la que ponías la llave y te duplicaba automáticamente el crédito. los primeros meses en los que me patinaba el sueldo antes del día 15 me alimentaba casi exclusivamente a base de barritas de cereal y capuchinos falsos.
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