tengo un prejuicio enorme acerca de las personas que leen a paul auster.
y eso que leviatán me gustó. pero creo que yo tiendo a desconfiar de los escritores prolíficos. tipo saer.
no así -necesariamente- de los best sellers.
fiel a mi costumbre de pispear qué lee la gente en los colectivos y/o subtes en esos días de lluvia que abandono la bici, tardé un rato en darme cuenta de que ese libro de anagrama que el chico leía era del mencionado paul. digo tardé un rato porque mi miopía me juega malas pasadas entonces lo que debería ser un intento sútil por relojear termina provocando reacciones de incomodidad corporal del tipo "ei, anteojuda cripi, es obvio que te gusto". estando a una distancia prudencial del lector anagramero no alcancé a distinguir su reacción ante mi acoso visual. me causó gracia que tuviera bufandita tipo gaston pauls en todos contra juan y que fuera del mismo género que un piyama que uso en invierno.
y así estaba, reflexionando acerca de cómo algunas líneas de bondi son lo más parecido a la confraternización entre clases, cuando un chabón peló un iphone gigante y se puso a ver tinelli en el asiento de atrás. y si bien a mí todo lo que es tinelli naturalmente me repugna muy mucho, siempre me intrigó cómo haría para mantener ese estado siempre al palo. tipo a qué le entra tinelli para que el frenesí televisivo no se le vaya después de quince temporadas.
en fin.
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