a la noche me desvelé y no podía parar de pensar.
escuché a lo lejos una sirena de barco, el golpeteo de las piedritas con las que alimentamos a nuestro gato, contra el fondo de hojalata de lata de atún vacía, que hace las veces de plato. pensé en mis sueños, pensé en mi falta de tiempo, en lo que estoy haciendo y en lo que no y me gustaría. en las cosas que no cambian, como por ejemplo los cinco acordes que sé tocar en guitarra o la forma en que me corto el pelo hace 8 años, con gillette y a ciegas. en la creatividad, en el futurismo, en los daguerrotipos (ví los ojos que habían visto al emperador...), en cómo mis ex novios se dan cuenta de que yo valía algo con un cierto delay post ruptura. pensé en si me gustan algunas chicas porque me gustan algunas chicas o porque el sistema patriarcal objetivizó tanto nuestros cuerpos de mujer que empecé a querer consumirlos como quien ansía un lavarropas o un alfajor milka triple. pensé en mi cuerpo, en las (im)posibilidades anatómicas, en las dificultades sociales que impiden que un día sepa lo que es andar en bicicleta sin remera. muchas cosas pensé. después sonaron algunas sirenas más de barcos y me di cuenta de que no sabía cuál era la función de los sonidos, si sería tipo morse y prefectura entendería cosas como "ahí viene el buque, guarda que te chocás con la lanchita" o "hola, cómo están, prefectos? vengo a pasar la noche por acá y después zarpo hacia non protected waters esperando que no me embistan los piratas". o si no, si sólo serían bocinazos aleatorios para no dormirse o molestar al vecindario ribereño. y había mosquitos, un montón de mosquitos que no le temen al frío y siguen jodiéndote detrás de la oreja y entresueños recuerdo que pensé "por qué los gatos no comerán mosquitos?" y eventualmente me dormí.
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