viernes, 26 de febrero de 2010

kit kat

Un borboteo de risa por la nariz, se me agitan las aletas de las narinas y me lloran los ojos. Como si se abriera una canilla de boludez atómica y al rato se pasa, de golpe, porque me acuerdo de que hace un montón que el gato no vuelve y él dijo, seguro que se lo comió un perro o lo pisó un auto. Porque según él, decir esas cosas lo tranquilizan a uno. Las variables se reducen a un par de muertes posibles, entonces uno no tiene que andar mortificándose por la posibilidad de que de repente haya encontrado otra casa, otros dueños, de seguro gente más limpia , con una terraza que da a un palomar, lleno de aves estúpidas que se dejan cazar fácil. Porque bueno, el gato ha comprobado que aunque la población palomil de la ciudad se muere facil contra el pavimento, él -el gato- ya perdió a su vez, buena parte de su instinto y su virilidad -si es que acaso eso es un factor que mejora la caza-. Así que no, las conchudas se resisten a ser capturadas. Confiamos sin embargo, en que así como las palomas no retienen determinado tipo de información valiosa (del tipo *guarda cuando sentís cerca un motor que hace vibrar el piso porque quiere decir que te vas a morir*) eventualmente también se olvidarán de levantar vuelo cuando te sientan cerca, mi amor gatuno. Así que volvé, volvé que te espera un montón de comida y carreteles de hilo y cucarachas a medio morir para que te diviertas

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